16 abril 2015

DÁDIVA



Mi traza puesta de espaldas
en el corto horizonte,
atragantadas las palabras, finadas,
rotas en el alambre.

Y con el roce,
tacto suave inesperado,
de tu dedo amable
despierto del letargo
y me llego hasta tu norte.

Y sin beberlo,
ni siquiera acordarme,
se destierran mis desvelos,
se atrofia este vasto hambre
con la sola sencilla sonrisa
que me lleva a tu regio nombre.

Sorbiendo el tiempo que huye,
robando segundos a tus relojes,
me levanto con el suave goce
que despierta mis sentidos,
cruzando las paredes
convirtiendo el mármol aire,
fijando en tus ojos,
negros como una noche,
la mejor de mis mercedes.