28 agosto 2016

HOMICIDAS







Aprieta la mano de Dios el cuello infeliz

del ahogado y se mofan los niños

apilados jubilosos ante el Hacedor,

sus ojos se hienden ante el crimen

dibujando garabatos en las muecas

de sus labios. Sacrifican en sus risas

su infame y vanidosa rectitud.




Corren jocosos, desvelan los párvulos

el evangelio de los hechos consumados,

delinean con sus brazos mil cabriolas,

patalean su oportuno alborozo

y sus padres los absuelven de tan temprana indignidad.




Dios ascendió de los infiernos,

su ira obturó cualquier indicio de esperanza,

su infinita gloria esputó el sagrado calvario

y el cordero degollado baló en éxtasis,

regurgitando sus entrañas, en la ágora la buena nueva.




Dios aprieta, ahoga y sacrifica a su embustera creación

congregada y homicida, cómplice de su divina

iniquidad, por los siglos de los siglos.